Vamos a utilizar el siguiente cuento como documento de trabajo para practicar algunas opciones con el Word:
- Tipo de letra, tamaño, color y las opciones de negrita, cursiva y subrayado.
- Alineación del párrafo: derecha, izquierda,centrada y justificada.
- Rehacer y deshacer modificaciones.
- Teclas de borrado.
- Selección de párrafos.
- Inserción de fotos.
- Opciones de numeración y viñetas
- Guardar archivo.
El tío Cerote
Pues señor, cuentan por ahí que el tío Cerote era un zapatero remendón de los de antes, lo mismo te recosía unas botas viejas que te reparaba unos zapaticos de baile. Cristiano viejo, como él solía decir, era hombre casi más ancho que alto, amigo de la buena mesa, que regaba con el mejor zumo de uvas que encontraba. Baturro de pocas letras, más bruto que un arao pero más agudo que el hambre, alegre, bromista, siempre tenía una frase ó dicho con que replicar a quien le hablaba; aunque, también tenía el genio vivo y era de los que, y ya lo había demostrado no pocas veces, no reblaba ni para tomar carrerilla.
Estaba casado, el tío Cerote, con una mujer que no merecía. Vieja, fea, alparcera, rancia y más seca que la mojama. Andaba el matrimonio todo el día a la greña y no era raro escuchar, si pasabas por delante de su casa, ruidos, gritos e insultos que se dedicaban el uno al otro a modo de "buenos días". Tenía, la tal señora, fama de bruja entre sus vecinas, pero el buen zapatero nada sabía, ó no quería saber, de tales acusaciones hasta que ocurrió lo que ahora os voy a contar.
Extrañado, el tío Cerote observó que, de un tiempo a esa parte, todos os sábados un poco antes de la medianoche, y cuando ya estaba dormido, su esposa se levantaba de la cama y no volvía hasta el amanecer. Curioso por las andanzas de su señora y amoscado por lo que a esas horas pudiera estar haciendo, quiso averiguar en que andaba metida, y una noche se acostó, sin ánimo de dormir, y esperó a ver lo que pasaba. A la hora indicada, la mujer, creyendo dormido al marido, se levantó sin hacer apenas ruido y se dirigió a la cocina. El tío Cerote, siguiéndola, pudo ver como su esposa se desnudaba y, sacando un tarro de debajo de una baldosa, se embadurnaba todo el cuerpo con el ungüento que contenía. Al momento empezaron a aparecer de la nada un montón de viejas, tan feas y horribles como la primera, que, untándose el cuerpo con el mismo ungüento, montaron en escobas y salieron por las ventanas volando y gritando:
-POR ENCIMA DE RAMA Y HOJA, A LOS CAMPOS DE TOLOSA.
Sorprendido y un poco asustado se quedó el tío Cerote pero, poco a poco, la curiosidad pudo más que el miedo y, armándose de valor, decidió untarse él también con el dichoso ungüento para, así, poder seguir a semejante caterva de brujas y ver que hacían pero, no habiendo entendido bien que es lo que gritaban, el pobre hombre se confundió y gritó:
-POR ENTRE RAMA Y HOJA, A LOS CAMPOS DE TOLOSA.
En un abrir y cerrar de ojos, el tío Cerote salió despedido por la ventana y se encontró volando a toda velocidad hacia no sabía donde, pero... ¡Ay! Como el pobre se había confundido al gritar el conjuro, en vez de volar por encima de los árboles, como habían hecho el batallón de brujas, el zapatero surcó los cielos por entre ramas, espinos y zarzas por lo que, cuando llegó a su destino, estaba todo arañado, golpeado y malherido.
Al aterrizar, el tío Cerote vio que estaba en una loma, rodeado por un gran número de brujos y brujas pero como estaba hecho un cristo, todo lleno de golpes y magulladuras, nadie, ni siquiera su esposa, lo reconoció.De repente, y en medio del descampado, apareció una inmensa figura con forma de macho cabrío, que no era otro que el mismísimo Diablo en persona, y todo el brujerío, al verlo, comenzó a bailar y a cantar alrededor de El, armando un estrépito infernal. El tío Cerote, para disimular y que nadie se extrañara de su presencia, también empezó a dar cabriolas y a saltar emitiendo los ruidos más raros y desagradables que por su garganta podían salir.
Después de un rato de semejante fiesta, todos los brujos y brujas se colocaron en fila y, uno a uno, fueron a rendir homenaje al Diablo según su costumbre, esto es, levantándole la cola y besando su negro culo. Cuando le llegó el turno al zapatero, como buen cristiano que era, no quiso besar al "cabrón" y, con una aguja de su oficio que siempre llevaba, le dió tal pinchazo en el culo al demonio que éste pegó un salto que aún hoy se recuerda en el infierno.
Luego que todos hubieron pasado a rendir semejante pleitesía, comenzó de nuevo el baile, y después de un cierto tiempo, y como la primera vez, volvieron a colocarse en fila todos los presentes para volver a tributar a su anfitrión el susodicho homenaje.
El tío Cerote, que se estaba divirtiendo de lo lindo, esperaba su turno con impaciencia para volver a pinchar al de los cuernos, pero, cuando ya le tocaba, el Diablo se dio la vuelta y le dijo:
-"Tu no, tío Cerote, hasta que no te afeites el bigote".
Terminado el agasajo, se sentaron todos alrededor del demonio y éste, sacando un gran libro, comenzó a leer los conjuros y hechizos que enseñaba a sus seguidores en este tipo de reuniones. Al ver, nuestro buen zapatero, un libro tan enorme, exclamo:
-¡Jesús, María y José, que libro tan grande!
Al oir nombrar a la Santísima Trinidad, todos los brujos y brujas allí presentes se espantaron y, muertos de miedo por escuchar aquellos nombres en aquel sitio, corrieron a sus escobas y huyeron formando tal remolino de aire que el viento arrancó las hojas del libro que traía el Diablo, perdiéndose así toda la hechicería que se conocía.
Es por esto que ya no hay brujas en el mundo ni nadie que sobrevuele nuestras casas a medianoche montado en una escoba ni gente que eche conjuros ni encantamientos, ni diablos que se aparezcan.Y todo se lo debemos al tío Cerote que, cuando volvió a su casa siguió remendando zapatos y botas, aunque, eso si, ya no volvió a reñir con su mujer porque, cuando ésta levantaba un poco la voz el zapatero le enseñaba la aguja con la que había pinchado al Diablo y decía:
-¿Quieres que te de un beso?
Espero que os haya gustado y, como se dice en Aragón: Cuentico contau, por la ventanica se va al tejau.
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